José Domingo Argudo Cervera no sólo es un popular residente de Dénia, un vecino querido por su predisposición a dar siempre a una mano a quien lo necesite, sino también por su indiscutible amor por los animales. El mismo que le ha llevado a tener varios caballos como seña distintiva.
Pero en esta ocasión nos hemos puesto en contacto con él por otro motivo: para que sea el primer participante de esta nueva sección de testimonios de dianenses ilustres con historias poco conocidas. En su caso, por una situación que le marcó para siempre: la temprana muerte de su hermana.
Aunque José Domingo cumplirá 62 años el próximo 16 de febrero y tiene una basta experiencia al frente de la carpintería familiar, la famosa Arguti nacida en 1964 de la mano de sus padres Domingo y Consuelo, aún no supera la pérdida de Encarnación Argudo Cervera, cuando ella tenía apenas 14 años.
Argudo Cervera rememora aquellas tan tristes circunstancias, comentando que se encontraba realizando el Servicio Militar en Manises, Valencia, cuando se presentó allí su entonces novia y actual mujer, acompañada de un familiar, para informarle que su hermana pequeña estaba “malita”.
Como si ahora estuviera repitiendo ese camino de la capital a Alicante, pero con los contratiempos propios de la época que multiplicaban la demora y con ella la angustia, José Domingo acabó de comprender la gravedad del cuadro tan pronto llegó al hospital donde aguardaban sus padres.
Es que fue sólo cuando vio a su padre darse golpes de cabeza contra la pared y coger a los doctores del cuello, que pudo dimensionar qué tan complicado lo tenía su hermana. No era para menos, su novia apenas le había dado detalles de la enfermedad que padecía: una meningitis, mortal en aquellos tiempos. Una meningitis, que además, se había declarado por sorpresa ese mismo día.
Argudo Cervera no puede quitarse de la cabeza esa imagen, aunque matiza que sólo pudo ponerse en la piel de sus padres cuando él mismo tuvo a su hija Encarnación. Más tarde concluirá diciendo que “no dejaría pasar a ninguna familia” por una situación como la que les tocó vivir.
El episodio, que describe como un “golpe grande para toda la familia”, tiene sus reflejos incluso en la actualidad: sus padres aún conservan la ropa, los juguetes y hasta la bicicleta de Encarnación Argudo Cervera. Tienen un sitio especial para sus muñecos preferidos y hasta para su reloj. Con una particularidad: únicamente dejan que los toque “Encarna”, la hija de José Domingo, que nunca conoció a su tía.
A tal punto produjo conmoción el deceso de la joven, que aproximadamente 2.000 ciudadanos concurrieron a su entierro. De allí en más, las visitas al cementerio de la familia serían recurrente. Pero no irían solos, sino acompañados por el perro de Encarnación Argudo Cervera, que llegó a extrañar a la niña a tal punto que se escapó hasta su lápida, siendo encontrado allí luego de varias horas fuera de casa. Desde ese momento, iría con ellos en cada visita a su dueña.